domingo, 22 de noviembre de 2009

Otoñescos.

Ya me molesta un poco caminar por esos pasillos fríos y atestados de las amarillentas hojas que el otoño arrastra hasta mis pies. El otoño no me da tregua, me da solo frío. No me la da a ella, que quizá me ayudaría a capear las heladas noches donde mi cama se hace un eterno y húmedo colchón de llantos. Eterno. Me cansa vivir solo. Cuando quieres, no hay nada. De pronto la veo pasar por aquellos mismos pasillos estrechos que me traen repulsión, la vida se ilumina. Duerme conmigo ahora, la cama es justa para dos.

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